1. Comentario de “Aduanas” de David Trueba (a este comentario le falta la valoración crítica)
En este enlace puedes leer la columna.
Vivimos en una Europa muy diferente de épocas anteriores, con una Unión Europea donde domina la búsqueda de beneficios de las grandes empresas. Los altos cargos miran por el bienestar económico de sus propios países y no dan su brazo a torcer para ayudar a los que vienen de fuera. Estas son algunas ideas que defiende David Trueba en este texto periodístico de opinión que emplea el subgénero de la columna, por su brevedad, la actualidad del tema y la consideración del autor, colaborador habitual de El País, además de reconocido novelista y director de cine. Mediante la modalidad textual expositivo-argumentativa, el autor se posiciona en torno a una realidad, en este caso, el fenómeno de la inmigración, con la intención de orientar ideológicamente a los lectores o destinatarios.
Importante es el predominio de determinadas funciones del lenguaje: la función representativa se muestra para presentar datos objetivos y la apelativa, a través de los recursos que el autor emplea para implicar y convencer al receptor. Junto a estas, también se encuentran presentes la función expresiva, por la presencia del autor a través de elementos subjetivos, y la poética, por el cuidado del lenguaje y empleo de figuras literarias. Nos encontramos ante un texto escrito en un registro formal, caracterizado por un léxico preciso y la complejidad oracional. Además, el registro es estándar, para poder llegar a número amplio de lectores, con pocos términos especializados o cultos, tales como “xenófobo” o “psicosis”.
“Aduanas” es el título de este texto, una palabra que tiene que ver con el control de mercancías que entra en el sistema comercial de un país, aunque el texto no gira en torno a este tema, sino al control ejercido por los gobiernos de Europa en las fronteras hacia las personas que huyen de países en guerra. Uno de los problemas más importantes hoy en día es el de los refugiados de la guerra de Siria. Europa se encuentra ante la tesitura de qué opción le resulta más rentable: si aceptarlos y acogerlos, o rechazarlos.
En pocas palabras, ha bastado que el miedo al extranjero se extienda por Europa para que los presidentes de los países se dejen vencer por el pánico. Sin embargo, se puede afirmar que el verdadero problema se encuentra en las aduanas, pues se han incautado millones de productos falsos, y son estos los que realmente tienen efectos negativos y han provocado la inestabilidad económica.
La columna está dividida, según su estructura externa, en tres párrafos, que coinciden parcialmente con las tres partes en las que se puede dividir el contenido (estructura interna). En la introducción, el autor presenta el problema de la crisis de los refugiados en la Europa de nuestro tiempo. El cuerpo argumentativo abarca desde el final del primer párrafo hasta casi todo el último y en ella se compara las consecuencias de la inmigración con el problema aduanero, aportando datos y haciendo una crítica de las pocas restricciones que se han aplicado para hacer frente al problema de la entrada de productos falsos, en contraste con las negativas consecuencias que este hecho provoca en la economía de nuestros países. En la tercera y última parte, rechaza la poca importancia que se da a los refugiados a causa del miedo de la población europea.
La tesis, es decir, la idea más general que defiende el autor, es explícita y le otorga al texto una estructura inductiva, porque podemos identificarla con la oración final del texto: “Tratar a seres humanos mejor que mercancía puede que nos devuelva una dignidad perdida”. Con esta idea, el autor pretende resaltar la importancia de los derechos humanos en la construcción de la civilización europea por encima de cualquier otra visión economicista.
El autor se apoya en argumentos fuertes y fundamentalmente racionales. Destaca el argumento de analogía, desarrollado a lo largo de casi todo el texto y al que remite el título del texto, ya que compara las aduanas con los controles fronterizos, indicando que se da más libertad a los objetos que a las personas. Este argumento también se puede considerar ético, pues el autor deja clara en su tesis que el derecho de asilo y el resto de derechos humanos merecen mayor consideración. También podemos destacar los argumentos de datos que objetivizan la gravedad de los hechos: “En los controles de 2015 se han incautado más de dos millones y medio de productos falsos”.
Con el objetivo de implicar a los lectores en el tema, Trueba emplea una pregunta retórica (¿Y al año siguiente?) y reiterada el uso de la primera persona de plural (nos estorban, nos retenga), un rasgo que también aporta subjetividad al texto. Destaca la alternancia entre el presente (puede, cierre) y el pretérito perfecto simple (han incautado, han conseguido, ha sido), para destacar hechos recientes frente a la explicación del problema.
En esta columna el autor emplea numerosas oraciones subordinadas que sirven al autor para relacionar las ideas para llegar a una conclusión razonada. Destaca el uso de conectores de contraste (sin embargo, en cambio) con el fin de mostrar las evidentes diferencias entre las dos realidades que se comparan (comercio e inmigración) y dotar de cohesión al texto. Otro mecanismo de cohesión es la presencia de campos asociativos relacionados con la temática del texto. Por una parte, la inmigración (frontera, flujo migratorio, inmigración) y por otra el comercio (contabilidad, fraude).
La función poética, presente en el texto como ya hemos dicho anteriormente, se concreta en el especial cuidado del lenguaje y el uso de determinados recursos literarios que intensifican el mensaje y sirven para reforzar la finalidad persuasiva del texto. De esta manera, destacan la anáfora con la que cierra el segundo párrafo: “No hay valla... No hay crisis...”, la hipérbole “estado de psicosis” y metáforas como “fronteras del miedo” o “laberinto de esclavitud”.
[PARA TERMINAR: Hay que completar el comentario con la valoración crítica: posicionamiento del alumno con respecto al tema y defensa de una tesis propia (que puede coincidir o no con la del autor), apoyada por argumentos también propios del alumno. Hay que desarrollarla y concretar bien los argumentos. Hay que poner un cierre textual claro al texto, es decir, escribir una conclusión final.]
2. Comentario de “No hay capitalismo sin consumidores” de Joaquín Rábago (comentario completo)
Puedes leer la columna haciendo clic aquí.
Estamos ante un texto periodístico de opinión escrito por Joaquín Rábago para el diario de ámbito local La Provincia. Esta columna apareció publicada el jueves 11 de septiembre de 2014, casualmente cuando se cumplía el decimotercer aniversario del macroatentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, episodio histórico al que no rinde homenaje y con el que no guarda relación alguna. Para abordar este tema, el autor adopta la modalidad textual expositivo-argumentativa, con la que tras presentar su posición con una serie de hechos y argumentos objetivos, pretende persuadir a un lector de formación media-alta, debido al registro formal y el nivel culto que caracterizan su escrito.
La función del lenguaje que predomina es la referencial o representativa, dado su carácter primordialmente expositivo; y en segundo lugar la conativa o apelativa, como corresponde a los textos argumentativos, puesto que pretende inducir una determinada acción: la de favorecer el aumento del poder adquisitivo de los trabajadores.
El tema principal del texto queda explícito en su título y podría reformularse como la necesidad del sistema capitalista de producir nuevos clientes continuamente. Sin duda alguna, el tema abordado adquiere una enorme relevancia por la preocupación que suscita la economía en los ciudadanos, y más en un contexto de recesión y amenaza de deflación. Además, es un asunto de tan candente actualidad que implica a entidades comunitarias como el Banco Central Europeo, el cual recientemente disminuyó el precio del dinero al 0'05%.
El autor sigue a Nick Hanauer al afirmar que el sistema económico capitalista requiere de dotar con poder adquisitivo a los consumidores para poder subsistir. Las mismas fuerzas productivas, para ser consumistas, necesitan ingresar unos emolumentos que les permitan adquirir lo que producen. Ya lo vio así Henry Ford a inicios del siglo XX, y desde entonces para acá han ido empeorando las diferencias de clase en los ingresos. Es necesario establecer, al menos, un mínimo salarial para evitar la pobreza en la ciudadanía que dispone de empleo, puesto que sus sueldos son tan bajos que les impiden llegar a fin de mes.
En la primera parte de la columna se presenta el ejemplo del inversor de Amazon Nick Hanauer como excusa para introducir el problema al que se enfrenta el capitalismo en la actualidad. El cuerpo argumentativo o desarrollo comienza en el segundo párrafo, llega hasta el penúltimo y engloba todos los razonamientos que sustentan la tesis. La conclusión se localiza en el último párrafo y en ella, el autor retoma el ejemplo de Hanauer para comparar la situación actual con la que existía hace treinta años.
El articulista defiende la tesis de que hay que mejorar las condiciones laborales de los asalariados para que disminuyan las diferencias de clase y exista más equilibrio y justicia social, al tener la posibilidad la gente humilde de adquirir productos que mejoren su bienestar o calidad de vida. El texto está estructurado de manera analítica o deductiva, pues esta tesis se recoge de forma explícita en el primer párrafo ("no puede haber capitalismo si faltan los consumidores"), y luego se desarrollan los argumentos que justifican el posicionamiento del autor.
El recurso al argumento de autoridad es el más socorrido en este texto. El autor se escuda tras Nick Hanauer en al menos cinco ocasiones ("no puede haber capitalismo si faltan los consumidores", "de no corregirse la actual tendencia [...] vendrán con horcas a por los ricos", "si los trabajadores tienen más dinero disponible, las empresas podrán contar también con más clientes", "la economía del goteo es [...] una especie de cuento de la lechera", "No se trata [...] de superar el capitalismo, sino de salvarlo"), para luego hacer lo propio con Henry Ford ("los trabajadores no eran sólo una mano de obra barata, sino que eran también consumidores"), y Kshama Sawant (quien atribuye el comienzo del movimiento a favor de doblar el salario mínimo a las protestas de los trabajadores de restaurantes de comida rápida y al movimiento "Occupy Wall Street", equivalente al de los indignados en España).
Rábago también utiliza un argumento que toma de Nick Hanauer y resulta ser de analogía histórica espacial y temporal ("una revolución popular como la que acabó con la aristocracia en Francia o con el zarismo en Rusia"), argumentos lógicos, positivos y de generalización ("quien realmente crea empleo es la clase media gracias al consumo", [argumento de generalización porque establece un juicio totalizador y positivo que refuerza la tesis del autor], "porque un supermillonario no puede comprarse un automóvil, un yate o diez trajes nuevos cada día", [argumento lógico de causa-consecuencia porque ofrece una relación causal entre dos hechos]), y argumentos de hecho ("un referéndum que ganaron los partidarios de doblar el salario mínimo"), de datos ("los ingresos de los directivos han crecido 125 veces más que los de los trabajadores", "si hace treinta años un directivo ganaba 30 veces más que [...] sus empleados, hoy ingresa 500 veces más"), y de ejemplificación ("las empresas no eliminan a esos directivos o los deslocalizan a China como hacen con las fábricas"). Los argumentos son de tipo racional, por lo que podemos afirmar que se trata de una argumentación fuerte, aunque tienen mayor validez los argumentos de datos o analogía que los de autoridad en los que más se centra.
En el plano morfosintáctico Rábago recurre al uso de dos aposiciones explicativas o aclaratorias para informarnos de quién es Nick Hanauer, la principal autoridad en la que se sustenta el texto ("un riquísimo estadounidense...", "actualmente al frente de la firma de inversiones..."). En cuanto a las construcciones sintácticas, predominan las subordinadas sustantivas ("Hanauer ha comprendido que...", "lo ha advertido a quienes..."), seguidas de las construcciones adjetivas o de relativo ("Henry Ford, empresario que..." [antecedente: empresario]. También aparecen subordinadas adverbiales de causa condición y comparación. El uso de estas construcciones guarda estrecha relación con la búsqueda de mayor precisión a la hora de exponer sus ideas y la elección de un registro formal y un nivel culto. El resto de prac
Apenas hay oraciones enunciativas simples: "Quien crea realmente empleo" [que sirve de sujeto a] "es la clase media gracias al consumo" [y de atributo elidido a] "no son los capitalistas (quienes crean realmente empleo)" . Realmente, la única oración simple en puridad que aparece en el texto es ésta: "Parece una verdad de Perogrullo" (vocablo que proviene de "Pedro Grullo", personaje paremiológico de carácter cómico y origen incierto).
En cuanto a las subordinadas adverbiales, se aprecian algunas condicionales ("de no corregirse la actual tendencia...", "si los trabajadores tienen más dinero disponible...", "si hace 30 años un directivo ganaba..."), causales ("porque un supermillonario no puede...", "porque no se puede tolerar..."), y comparativas ("como la que acabó con la aristocracia...", "como hacen con las fábricas...").
En cuanto a las coordinadas, apenas cabe destacar dos adversativas ("no eran sólo una mano de obra barata... sino que eran también consumidores", "no se trata de [...] superar el capitalismo, sino de salvarlo…".
El uso de los tiempos verbales comienza con el pasado (pretérito perfecto compuesto "ha comprendido", "ha advertido", pretérito perfecto simple "escribió", "causó", pretérito imperfecto "se refería") para luego apoyarse en un presente intemporal que le sirve de generalización ("quiere salvar", "se bajan los impuestos", "quien crea realmente empleo"...).
El autor emplea casi exclusivamente la tercera persona de singular y plural, por lo que tiene una intención claramente de buscar objetividad en sus razonamientos. Sin embargo, el texto no está libre de subjetividad, especialmente presente en el léxico valorativo (riquísimo, exagerada, aproximadamente...) y en el uso de la primera persona de plural para implicar al lector (nuestros "indignados").
En lo que corresponde al plano semántico, se observan dos campos asociativos alrededor de los cuales se dota de cohesión y coherencia al texto. En primer lugar, el de la economía (empleo, directivos, empresas, deslocalizan...), en el que abundan los tecnicismos, y en segundo lugar, el de las clases sociales (aristocracia, trabajadores, clase media...).
En el plano textual el autor hace uso de un marcador de consecuencia ("de ahí que...") repitiendo dos veces otro, concretamente la locución conjuntiva "de modo que" ("de modo que pudiesen comprar...", "de modo que la masa de los trabajadores de aquel país..."). En el resto del texto se vale de marcadores condicionales ("de no corregirse...", "y si hace 30 años..."), causales ("porque no se puede tolerar...") o de ejemplificación ("eso de que..."), absteniéndose en muchos párrafos del uso de conectores discursivos lógicos y empleando la deixis personal anafórica ("Nick Hanauer...", "Hanauer, actualmente al frente de...", "Ese inversor...", "Hanauer no se limitó...").
El problema con que se tropiezan los razonamientos esgrimidos por Joaquín Rábago estriba en que no se pueden aumentar los salarios ateniéndonos solamente al aumento del poder adquisitivo sin fijarnos en otros elementos en juego. Por supuesto que todos desearíamos disponer de mayor masa salarial para mejorar nuestro nivel de vida, pero el incremento del sueldo debe siempre ir unido a una mayor productividad o a una subida del valor de lo producido porque, de lo contrario, estaríamos creando una burbuja artificial de beneficios que, al carecer de base real, nos conduciría a los números rojos y a la bancarrota. Aquí hay un conflicto entre el deseo y la realidad. Y una negligencia gravosa por parte de directrices políticas irresponsables que han inculcado la cultura del espectáculo sin ir acompañado del esfuerzo.
Pongamos como ejemplo la esfera del mundo de los libros. Un editor no puede pagar más a un escritor, un traductor, un impresor o un distribuidor si el margen de beneficio es estrecho y además sus libros no se venden. O no puede aumentarles el precio. Sufrimos una crisis sistémica, de modelo de producción y consumo, y no meramente coyuntural, porque en el caso del libro tradicional de papel entran en liza las descargas ilegales o las ventas a muy bajo coste. ¿Puede aumentarse unilateralmente el porcentaje que ingresan los actantes intervinientes en la cadena de producción que va desde la mesa del escritor a los anaqueles de las librerías? No. Si se hace, la quiebra es segura.
Para terminar de ocasionar un perjuicio irreparable, los gobiernos han cultivado con todo tipo de dejación de responsabilidades la incultura del cutrerío televisivo en favor del mercantilismo que proporcionan las audiencias mayoritarias, aquellas que captan el pastel publicitario. Si a esto le añadimos los casos de corrupción de la casta en el poder y el odio ancestral de la plebe a la cultura que se percibe en España, obtenemos un país en el que la población cultiva la picaresca de pretender vivir sin dar golpe aunque, cómo no, plenamente instalada en la cultura de la queja y la perpetua reivindicación de derechos saltándose los deberes a la torera.
En esa línea argumentativa, que puede resultar un tanto demagógica y populista, parece deslizarse el texto de Joaquín Rábago. Sí, está muy bien. Es miel para los oídos lo que le escuchamos. Si fuera un candidato, arderíamos en deseos de votarle. “Todos queremos más, y mucho más” como decía una antigua canción que escuchábamos hace más de tres décadas en la radio. Ahora bien: ¿de dónde saldría esa riqueza a repartir? ¿En qué parámetros nos basaríamos para aumentar los sueldos? Si no exportamos más, si no producimos mercancías de mayor valor, seguiremos a expensas del turismo visitante como gran motor de la economía nacional. Y desde luego, si estuviéramos mejor educados, si valorásemos más una obra de teatro, una ópera, una película de calidad o un buen libro, estaríamos muchísimo más dispuestos a pagar un precio más alto por ir a un auditorio, una sala de proyecciones o por alimentar nuestras bibliotecas. Como en el fondo lo que padecemos se agrava por vivir desorientados en medio de una crisis de valores espirituales, humanos, éticos, religiosos, artísticos y de todo tipo, un idioma tan extendido como el español -con más de 500 millones de consumidores potenciales- no hemos sabido aprovecharlo. Podíamos haber disfrutado de una potente industria cultural y lo que hemos hecho, subiendo el IVA hasta el 21% a este tipo de productos desde el gobierno, o pirateándolos como se hace de modo popular, lo que tenemos es una ciénaga que se va enfangando porque cada año que pasa disminuye el músculo intelectual en favor de la codicia materialista rampante y la telebasura del cotilleo.
Es un brillante artículo en la línea de su autor, quien goza de un aquilatado prestigio porque siempre trae a colación temas interesantes y actuales analizados de manera inteligente, bien documentada y desde una peculiar perspectiva. En realidad, la difusión de sus escritos alcanza un gran espacio a nivel nacional porque sus columnas aparecen en varias cabeceras pertenecientes al grupo “Editorial Prensa Ibérica”, como por ejemplo el “Diario” de Mallorca, Orense o Gerona, “La Opinión” de Málaga, Tenerife o La Coruña, y así hasta una quincena de periódicos de información general diferentes. Habida cuenta su calidad constante y sin desfallecimientos, bien merecido tiene el renombre que está adquiriendo.
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